miércoles, 6 de noviembre de 2013

DE MELANCOLÍAS AJENAS

Tú y yo
Niccolò Ammaniti
Novela
Ed. Anagrama, 2012, 131 págs.

Este relato —cuento largo— me lo recomendó este verano Xavier Calicó (algún día les hablaré más de él), con quien comparto la afición literaria y con quien siempre que nos vemos no dejamos de intercambiar lecturas. Como Xavier lo elogió tantísimo, no dudé en sacarlo de la biblioteca (muy a mi pesar ya no compro libros debido a problemas de espacio y de dinero) en cuanto volví a Barcelona.

Y sí, desde luego tenía razón, es muy bueno. La historia transcurre a lo largo una semana durante la cual el narrador y protagonista, Lorenzo, un adolescente de catorce años, se encierra en el sótano del edificio donde vive, fruto de una mentira, en principio inocente, que sin saber muy bien cómo se va volviendo irremediablemente en su contra. Una vez instalado, recibe la inesperada visita de su hermana Olivia, nueve años mayor que él, hija de su padre y una mujer con la que tuvo una relación antes de conocer a la madre de Lorenzo, que vendrá a desbaratar sus planes e impedir que disfrute tranquilamente de su clausura voluntaria.
 
A pesar de lo que leo en la contraportada, no comparto la opinión de que se trate de una novela de formación ni de que Ammaniti ofrezca “una nueva y desgarradora visión de ese mundo adolescente del que es cronista excepcional”. Precisamente creo que el mayor acierto del libro es enfocar la adolescencia tal y como es: un periodo de cambios y contradicciones, sí, pero ni tan traumáticos ni tan radicales y desgarradores como algunos piensan y muchas novelas pretenden hacer creer. Hay personas que recuerdan la pubertad como algo horrible, conflictivo y depresivo; qué quieren que les diga, yo me lo pasé muy bien. Pregunto en mi entorno social y la mayoría de las respuestas coinciden: ojalá volviera a tener 15 años. Y así es como Ammaniti enfoca el relato, evitando caer en el truco fácil del adolescente atormentado, exacerbado, hiperromántico y/o de tendencias suicidas; simplemente lo presenta al natural. Sí, de acuerdo, Lorenzo es un poco huraño (“No empecé a hablar hasta los tres años y la conversación nunca fue mi fuerte. Cuando un desconocido me dirigía la palabra, le contestaba sí, no, no lo sé. Y si insistía le contestaba lo que quería oír. Las cosas una vez pensadas, ¿qué necesidad hay de decirlas?”), uno de los marginados de la clase que no acaba de encontrar su sitio entre los grupitos que se forman a la hora del recreo (“Cuando estaba solo era feliz, con los otros debía actuar”), ¿pero quién encaja perfectamente a esa edad? En este sentido no pueden evitarse las comparaciones con Holden Caulfield, otro ejemplo de adolescente outsider sin mayores aditivos.

Ahora bien, el acontecimiento que realmente dispara la acción es la súbita irrupción de Olivia, con nocturnidad y alevosía, en el búnker de Lorenzo. Lo que en principio parece una visita casual, una estancia de una sola noche, se convierte en una invasión en toda regla, gracias a la cual los dos hermanos —que se han visto en contadas ocasiones, que prácticamente ni se conocen y a los que separan muchas más cosas de las que los unen— se verán obligados a compartir un espacio minúsculo por motivos bien distintos. No quiero seguir desvelando la trama porque acabaré contando cosas que es mejor que el lector descubra por sí mismo. Lo que sí puedo decirles es que ambos sufren su propio vía crucis —ella físico, él emocional— después del cual ya nada volverá a ser lo mismo.
 
Finalmente, tras un desenlace que el lector ya intuye (aunque no por sabido es menos demoledor), una breve nota en la última página le deja a uno con una terrible sensación de malestar, con un frío epidérmico del que cuesta desembarazarse y que perdura varios días después. Lo primero que pensé al cerrar el libro es que las 131 páginas saben a poco; yo querría que la novela tuviese otras 100 o 200. Te quedas ansioso de saber más cosas, de que te sigan contando; te resistes a aceptar el final, pero ya que es imposible cambiarlo, exiges que por lo menos te den más explicaciones. Ammaniti, no me dejes así…
 
Sé que suena raro, pero cada vez que recuerdo este libro me asalta una nostalgia extraña, una melancolía que sé que no es mía y sin embargo la siento como mía. Dicho de otro modo: yo no sabía quién era Marcella Bella ni jamás había escuchado Montañas verdes, pero ahora, cada vez que oigo ese tema, no puedo evitar que se me ponga la piel de gallina; imagino a Olivia —bellísima, esquiva— contorneándose lentamente, cantando en voz baja, bailando con Lorenzo, y los ojos se me inundan de una tristeza que no me pertenece. 

Es posible que a Niccolò Ammaniti ya lo conozcan por otras obras suyas como Como dios manda, con la que consiguió el Premio Strega en 2007, el galardón literario más importante de Italia, y Que empiece la fiesta, novela finalista del premio Alabarda d'oro en 2010 y con la que se dio a conocer en España. No las he leído (espero hacerlo pronto) y no pretendo hacerles creer lo contrario, con lo cual no sé decirles si Tú y yo es mejor o peor que aquéllas. Lo que sí les recomiendo fervientemente es que la lean —no les llevará mucho, un par de tardes a lo sumo— y que disfruten de esta pequeña obra maestra.

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