Padgett Powell
Literatura
experimental
Ed. Alpha Decay,
2012, 155 págs.
¿Se puede
construir una novela únicamente a base de frases interrogativas? No, no se
puede. O mejor dicho, no sé si se puede —sería interesante que alguien lo
intentara—, pero desde luego no es ni mucho menos lo que pretende Padgett
Powell en este libro. Por lo tanto, a la pregunta que formula el subtítulo de El sentido interrogativo, ¿Una novela?,
habría que responder que no, que no lo es, al menos si nos atenemos a la
definición de “novela” de la R.A.E: “Obra
literaria en prosa en la que se narra una acción fingida en todo o en parte, y
cuyo fin es causar placer estético a los lectores con la descripción o pintura
de sucesos o lances interesantes, de caracteres, de pasiones y de costumbres”.
El libro de
Powell no narra ninguna acción ni describe absolutamente nada. Simplemente está
compuesto por preguntas y más preguntas una detrás de otra, a veces
relacionadas entre ellas aunque en general no parecen seguir ningún orden
concreto más allá del puramente aleatorio. Esto no impide que puedan “causar
placer estético a los lectores”; se trata de un libro ingenioso y, a su manera,
extremadamente interesante. Me explico: entre tantísimas preguntas es imposible
que no hayan varias que nos toquen de cerca, que nos hagan reflexionar, que nos
permitan abordar cuestiones que de otra manera nunca nos hubiésemos planteado. En
este sentido se parece mucho al libro Me
acuerdo de Perec que comenté hace poco en este mismo blog, especialmente
cuando Powell nos interroga sobre si “¿Haber recogido cascos de Coca-Cola para
cambiarlos por dinero se cuenta entre los recuerdos entrañables de tu
infancia?”, y otras preguntas por el estilo.
Hace tiempo tuve
un compañero de trabajo muy preguntón (por no decir indiscreto); siempre estaba
con un signo de interrogación colgado de la boca. La mayoría eran cuestiones anodinas que
optaba por no contestar, pero entre toda esa avalancha interrogativa de vez en
cuando el tío daba en el clavo. Esa
era la pregunta que debía hacerme a mí mismo en aquel preciso momento. Pues esto es lo que ocurre con el libro de
Powell.
Inevitablemente,
la lectura se demora más de lo que parecería a priori porque tarde o temprano
el lector empieza a contestar al autor —en el fondo, a sí mismo—. Casi siempre
basta con sí, no, no, sí, sí, no…
pero a veces hay que pararse y pensar de verdad. Pensar a fondo. Por ejemplo:
“¿Cuál es el
acontecimiento más importante que ha pasado cerca de ti? (Pg. 31)
Tras largas deliberaciones, creo que las Olimpiadas
de Barcelona 92.
“¿Cuál ha sido,
hasta la fecha, el mejor día de tu vida?” (Pg. 61)
Uf, difícil difícil…
Cualquier día de verano en la playa de Empuries, pero no sé exactamente cuál.
Sigo dándole vueltas…
“Si alguien se
te acerca y te dice: «Llévame a donde la música» ¿de qué manera le
responderás?” (Pg. 65)
Si es un hombre
le llevaría a la estantería donde guardo todos mis vinilos; si es una mujer, ¡dios!
le preguntaría si quiere casarse conmigo.
“¿Alguna vez has
oído la expresión «Las palmaditas que te dieron en el instituto son las patadas
en el culo que te dará la vida»?” (Pg. 98)
No la había
oído, pero se ajusta tantísimo a mi propia experiencia que creo que la voy a
adoptar como epitafio.
“¿Hay algo mejor
que la nieve fuera y el fuego dentro?” (Pg. 140)
Definitivamente,
no. Quizá el fuego acompañado de un buen libro y un vaso de single malt.
¿Recomendaría la
lectura de este libro? Sí, pero sólo a los que les pique la curiosidad o a los
que busquen excentricidad y riesgo en la literatura más que un argumento. Hace
años (¡casi qince ya!) estuve viviendo en Lyon con una beca Erasmus mientras
“estudiaba” quinto curso de Arquitectura. Recuerdo que tanto alumnos como
profesores solían echar mano con frecuencia de una coletilla que decía “Parfois c'est plus
intéressant poser des questions que donner des responses” (“A veces es más
interesante plantear las preguntas que dar las respuestas”). A pesar de que a menudo la utilizaban porque en realidad no tenían ni idea de la respuesta y les
servía como elegante subterfugio (muy francés, todo sea dicho), estoy bastante
de acuerdo con la frase. Sin embargo, en más de una ocasión me entraron ganas
de decir “Sí, pero tampoco nos podemos pasar la vida preguntando, de vez en
cuando también hay que dar alguna respuesta”. Pues eso, ¿se puede construir una
novela únicamente a base de frases interrogativas?
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