W. C. Heinz
Novela
Ed. Gallo Nero, 2012,
381 págs.
Hoy voy a
hablarles de una novedad, El Profesional
de W. C. Heinz, una novela publicada originalmente en 1958 recientemente
editada en castellano por la editorial Gallo Nero. Heinz (1915-2008) fue un
periodista deportivo estadounidense considerado el decano de toda una
generación de escritores como Norman Mailer, Truman Capote, Tom Wolfe, Gay
Talese o Hunter S. Thompson, que hacia los años 60 crearon aquella corriente
que se dio en llamar “nuevo periodismo”, caracterizada por aplicar recursos y
técnicas de la literatura de ficción a los artículos de prensa en los que el
autor se implicaba directamente y asumía un mayor protagonismo.
Es importante
tener esto en cuenta porque, aunque se trate de una obra de ficción, El Profesional también puede leerse como
un extenso artículo periodístico. El narrador, Frank Hughes, es un periodista
deportivo que acompaña al boxeador Eddie Brown durante todo el mes previo a su
combate por el título mundial de los pesos medios con el objetivo de escribir
un artículo sobre él. La acción transcurre en el campo de entrenamiento de
Eddie, un viejo hotel destartalado junto a un lago a las afueras de Nueva York,
regentado por el propietario y su mujer, donde también se alojan y entrenan
otros púgiles. Las carreras matutinas, las dietas, el trabajo de gimnasio, la
relación de Eddie con sus sparrings, con su mánager y su preparador físico constituyen
el material que Hughes va recopilando para su artículo, y que por extensión, forma
el eje principal de la novela.
Por tanto, más
que una novela sobre boxeo quizá habría que hablar de una novela sobre las expectativas o la preparación antes de un gran
combate de boxeo; no esperen encontrar aquí una acción trepidante, a lo largo
del libro en realidad no pasa gran cosa. De hecho, el desenlace, lo que es
estrictamente la narración de la contienda final —que exige un tremendo
esfuerzo por parte del lector para no leer por adelantado— ocupa apenas 5 de
las 381 páginas del libro. ¿Dónde radica, entonces, su interés? Pues, por
ejemplo, en la habilidad de Heinz para construir todo un elenco de personajes
extremadamente verosímiles, se diría que casi reales, que rodea a los
protagonistas: Al Penna —boxeador bromista, siempre de buen humor—, Johnny Jay
—preparador físico de Eddie, ex boxeador de verborrea incontenible cargado de
anécdotas, como el hilarante método que usaba para evitar pelear en la corta
distancia a base de comer ajo crudo—, Girot —el servicial propietario del
hotel— y muchos otros más. Mención aparte merece Doc Carroll, mánager y
entrenador de Eddie Brown, auténtico filósofo del cuadrilátero, acaso el último
sabio del noble arte que, a pesar de llevar más de cuarenta años de experiencia
sobre sus espaldas, nunca ha coronado a un campeón del mundo. La pelea de Eddie
será su última oportunidad para conseguirlo.
También son
excepcionales las reflexiones sobre la práctica boxística que comparten Hughes
y Eddie a raíz de la muerte de uno de los personajes, sobre la génesis de la
pulsión que lleva a un hombre a querer pegarse con otro —“¿Qué tienes en la
cabeza cuando das a otro hombre un puñetazo lo más fuerte que puedes? / Quiero
batirle. Él está tratando de batirme y yo trato de batirle. Eso es lo único que
hay.”—, las contradicciones que ese instinto suscita —“Peleamos así diez
asaltos. No aflojamos nunca y, cuando gané a los puntos, ¿sabes lo que quería
hacer? (…) Quería besarle. ¿Cómo se habría visto eso? (…) Quiero decir, durante
diez asaltos quise matarle y él peleó como si quisiera matarme, y luego quería
besarle. (…) Explícame eso.”— y los remordimientos de conciencia que a veces
implica —“Ezzard Charles me dijo una vez que, después de haber noqueado a un
hombre, a menudo empezaba a pensar esa noche, o al día siguiente, que quizá
podría haber ganado sin noquearle. Empezaba a arrepentirse del KO”—.
Estilo de la
novela es ágil, W. C. Heinz se apoya básicamente en el diálogo para desgranar
las relaciones entre los personajes y describir la tensa espera, la preparación
previa a un combate con un cinturón mundial en juego.
Para acabar, permítanme
reproducir un pasaje del libro que un servidor suscribe palabra por palabra. Me
van a perdonar la extensión, pero creo que vale la pena: pueden ustedes hacer un
copiar-y-pegar y enviárselo a todas
aquellas personas que no entienden por qué aman (amamos) un deporte
supuestamente cruel y violento como es el boxeo.
—Porque veo
muchas cosas en el boxeo
—¿A qué te
refieres?
—A la ley
esencial de hombre. La verdad de la vida. Es una pelea, un hombre contra un
hombre, y si vas a derrotar a otro hombre, lo derrotas por completo. No le
matas de hambre, como intentan hacer en el mundo competitivo, elegante y limpio
del comercio. Le dejas allí tumbado, en el suelo, sin sentido.
—Supongo que es
eso. No sé.
—Mira. Yo no
estoy defendiendo esto. No estoy diciendo que sea bueno. Solo estoy diciendo
que existe. Está en el hombre, en todos los hombres. Estoy en contra de la
violencia. Detesto las discusiones. Creo en un mundo en el que todo se haga
mediante la razón y con honestidad, y donde la fuerza no valga para nada. Quizá
llegue dentro de siglos, pero por ahora todavía queda ese resto del animal en
el hombre y la ley de la vida está todavía en la ley de la selva, en la supervivencia
del más apto. Mientras eso sea verdad, creo que el hombre se revela a sí mismo
de forma más completa en la pelea que en cualquier otra modalidad de reto
expresivo. Es la guerra generalizada otra vez, y la autorizan y venden entradas
y la gente va a verla porque, sin darse cuenta siquiera, ve en ella esta
verdad.”
Sólo por estas
líneas ya vale la pena que compren el libro.
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